El 11-S y sus raíces -I
En el traspaso de mando de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad, de la OTAN, en Afganistán, de Gran Bretaña para EE UU en febrero de 2007, informóse de que mientras corría el 2006 las muertes por consecuencia de insurrección y contrainsurrección en la tierra de los talibanes sumaron unas 4.000 personas, parte de ellas civiles. En sus nueve meses al frente de la tropa, compuesta de 33.000 hombres, el teniente general David Richards, del ejército británico, dio su testimonio, en otras palabras, de la matanza desenfrenada de insurgentes e inobedientes -o de apacibles ciudadanos- delante del régimen de las botas extranjeras.
Ha reconocido que por el tiempo en que la Fuerza de la OTAN estuvo bajo su comando puede presenciar derramamientos de sangre sin precedente desde la invasión estadounidense llevada a cabo en el 2001: el año del 11-S o mejor dicho, por extenso, del derrumbe de las torres gemelas de Estados Unidos.
De esto se sigue que comienza, entonces, la caza de supuestos terroristas islámicos en cuyas espaldas pusieron la culpa del estrellón de dos de cuatro aviones Boeing 767 en contra el complejo de edificios del World Trade Center; uno de ellos yendose estrellar junto al Pentágono, sin daño de barras, como dicho sea de paso esperabase. Pongamos que esto haya mismo ocurrido: los arquitectos de una, en principio, fantasiosa demolición del WTC no podrían dejar de incluir en su Proyecto para un nuevo siglo americano¹ la necesidad de al menos chamuscar el corazón de la defensa estadounidense que es el Pentágono, a fin de que el arquetipo de la tragedia pareciera convincente a medio mundo. Y algunos testigos -hasta que los obligaran a callarse- dijeron haber oído explosiones de dinamita en la ocasión, inclusivamente el portero de la torre Norte del World Trade Center, Guillermo Rodríguez, más conocido como William.
El escritor y periodista Horacio Garetto (hgaretto@wilnet.com.ar) se ha debruzado en el rompecabezas como, apropiadamente, señaló a las informaciones oficiales respecto al suceso del 11 de Septiembre de 2001 -¡hay quién se lo diga!- con sobrada imaginación. Pero ¿cómo explicar la resurrección, por decirlo así, de cinco de los suicidas del Boeing 767? Son ellos: Abdulazis Alomari, Mohand Alsehehri, Saaed Alghamdi, Salem Alhazmi y Waleed Alsheri, que todavía deben de continuar viviendo en Arabia Saudita, sino que la CIA o alguna otra agencia de servicios secretos de EE UU -por ejemplo la NED, The National Endowment for Democracy (Fundación Nacional por la Democracia), una de las creaciones del gobierno del presidente Ronald Reagan- los tenga hecho desaparecer, una vez cesada su utilidad al sistema stay behind, que se puede traducir por estar detrás u oculto.
El 11-S y sus raíces - II
El stay behind, según documento divulgado por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de Chile -bajo su exclusiva responsabilidad- “es una red de agentes ocultos en diferentes países y organizaciones, tales como: prensa, radio, televisión, policía, fuerzas armadas, aparatos de seguridad, partidos políticos, etc”. En Italia, véase en esto documento, se lo conoce como “gladio, en Francia y gran parte de los países de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) como misión 48, arcoiris y también como rosa de los vientos; en nuestro país (Chile) la versión es conocida como tizona y colada”.
Ha recordado que en Bolonia, Italia, “en el año 1980 los agentes de gladio hicieron explotar bombas en estaciones de tren, idénticas a las de Madrid y Londres”: 80 personas han muerto “y se culpó al comunismo internacional y por lo tanto el gobierno debía aplicar mano dura, sin embargo en el juicio los detenidos confesaron ser neo fascistas y contratados por la CIA” (…)
En el mismo documento se pregunta a quien benefician las acciones de Al Qaeda y Osama Bin Laden: “¿no es acaso a las transnacionales de armas, las petroleras, las de servicio y las financieras de los Estados Unidos?, o acaso, ¿las acciones no conducen al recrudecimiento de la represión contra los pueblos del mundo?”.
De su parte, Horacio Garetto registra el internamiento, noticiado por el diario francés Le Figaro, de Osama Bin Laden en el hospital norteamericano de Dubai, capital de Los Emiratos Arabes Unidos, dos meses y siete días antes del 11-S, para una diálisis de riñon, habiendo sido el tratamiento suministrado por el urólogo canadiense Terry Calloway.
En la víspera del 11-S, Bin Laden es nuevamente internado, pero en el hospital militar de Rawalpindi, en Pakistán. Y en el 12 de septiembre de aquel mismo año el secretario de Estado norteamericano Colin Powell empieza conversaciones con el gobierno pakistanés “con vista al arresto y extradición de Bin Laden”, subraya Garetto.
¿Quién habría de convenir que el ejército estadounidense desconociera el lugar adonde se encontraba Osama Bin Laden? Y se lo sabía ¿por que los servicios de inteligencia lo dejaron alejarse de sus ojos?
El 11-S y sus raíces - III
Y¿las cajas negras de los aviones utilizados en el derrumbe del World Trade Center? Hasta hoy, ¡quedaronse desaparecidas como en una paráfrasis al cuento célebre de Perrault, Caperucita Roja, en lo cual se halla basado el soneto antológico de Villaespesa, pudiendose pues decir, a propósito de las cajas negras, que el “lobo malvado” se las comió!
No es necesario ahora detenerse en hipótesis como la de que los edificios del WTC, mencionada por Horacio Garetto en su trabajo, hubo sido “diseñados a prueba de impacto de aviones”, por ejemplo, según Hyman Brown, responsable por la administración de aquel gigante architetónico, tras la resurrección de los suicidas del Boeing 767. Esto ya es suficiente para la pulga aterrizar atrás de la oreja…
Y ¿que decir de documentos como aquel que Donald Rumsfeld, Dick Cheney y otros ases de la derecha de EE UU redactaron en septiembre del año 2000 sugiriendo “algún evento del tipo Pearl Harbour” que sirviera para “indignar y poner a la opinión pública americana a favor de una agenda de guerra”?
1. Para el gobierno norteamericano, sea ello republicano o demócrata, nada es inalcanzable. En su concepto, debe de creer que Dios allase con la moneda de su mercado.
Es en todo y por todo oportuno rebuscar en la Historia hechos como lo sucedido por el año 1898, cuando EE UU ha explotado en la Bahía de La Habana, en Cuba, el acorazado Maine con 354 marinos a bordo y lanzado la culpa de esto acto extremamente depreciable a la España a fim de declararle la guerra y de ganarla, como en efecto ha triunfado y así, por debajo del paño, lograba la conquista de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y de la Isla de Guam. En el Archipiélago de Filipinas, los yanquis ya del ocaso del siglo XIX barrían de aquella cultura a la lengua española.
En resumen, produjeron con el hundimiento del buque de Mac Kinley el casus belli que juzgaban indispensable a sus asomos de dominación y avasallamiento sin fronteras. A 5 de abril de 1898, el Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife habia divulgado ser “imposible enterarse de la farsa representada con motivo del informe yanqui relativo a la explosión del Maine, sin embargo dice que no lo hará cuestión de gabinete, pues lo considera como un hecho fortuito. De todas maneras buscará otro pretexto” (…)
El 11-S y sus raíces - IV
En artículo publicado en la Revista Latina de Comunicación Social (La Laguna, Tenerife, septiembre de 1998, nº 9) Enrique Rodríguez López subraya que “el apasionamiento patriótico se reaviva cuando surgen rumores más o menos confirmados sobre la posible invasión americana de las islas” (…)
El encorazado en visita -decíase de cordialidad- a la isla caribeña se vá por los aires, sin la presencia del capitán Charles D.Sigsbee, su comandante, que extrañamente ausentarase de bordo; hallabase en aquel momento cerca de Florida y mientras tanto hubo llegado al puerto a tiempo de comunicarse por telégrafo con el secretario de Marina de su país:
“Maine explotó en puerto de La Habana a veintiuna y cuarenta y destruído. Muchos heridos y muchos más muertos. Heridos y ilesos a bordo de buque de guerra español y vapor de la Ward Line”.
La prensa amarilla, que en rigor concentrabase en Norteamérica, no lo hizo otra cosa sino perfilarse con el gobierno. William Randolph Hearst, que ya en aquel tiempo poníase al servicio de causas de las cuales pudiese sacar algun provecho sucio, dio la más amplia divulgación a los hechos conformemente al pensamiento, esto és, al arsenal de doctrinas de Washington.
Así, el 16 de febrero de 1898, el New York Journal, de Hearst, salió a las calles bramando el siguiente titular: “El barco de guerra Maine partido por la mitad por una artefacto infernal secreto del enemigo”.
España ¡el enemigo! En pocas palabras, el periodista Yoel Cordoví Núñez ha trazado con claridad meridiana el retrato de cuerpo entero de Norteamérica al largo de la Bahía habanera: “Al mismo tiempo que se hundía el Maine en aguas caribeñas, emergía un símbolo, bandera de los sueños imperiales prontos a materializarse en suelo cubano”.
En efecto, el 21 de abril de 1898 estallaba la guerra que señalaría la materialización jingoísta de estos “sueños imperiales”, de la cual EE UU saldría triunfante merced a la participación, al arrojo de los cubanos que cayeron en el cuento del independentismo. (La geografía política de Cuba en aquello período de indefiniciones se dividia entre independentistas y españolistas).
El 11-S y sus raíces - V
Documentos y notas -de buena origen- que se há recogido con el propósito de entender sobremanera lo sucedido a las 21: 40 de 15 de febrero de 1898 apuntan a una “maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico.” (Guerra Hispano-Estadounidense, El hundimiento del Maine -De Wikipedia, la enciclopedia libre).
Es muy curioso que la explosión del Maine se hubiera dado prácticamente durante recepción ofrecida a la oficialidad del buque por las autoridades españolas locales. Los españoles creeron en la supuesta cordialidad norteamericana expresa por el presidente William Mc Kinley al explicar la visita del aparatoso barco de guerra a la Bahía de La Habana como “un gesto de amistad” con España.
En artículo titulado Conducta bélica estadounidense -debate y controversia (Jubilatas.com), el historiador y analista político Miguel Leal Cruz sostiene que aquella tragedia “fue previamente preparada, probablemente, por personal al servicio de los mismos Estados Unidos, en su desesperado intento de participar en la guerra cubana, a favor de sus muchos intereses en la isla” (…)
Pero dirán los más cautelosos que llevar al sacrificio 266 marineros de la propia pátria de Mc Kinley ¿no sería caer en contradicción con todos los preceptos de la lógica?
La lógica -pongase el dedo en la herida- de ¿aquel naciente imperio, que se fundaba a precio de traición, de bajeza, del embuste, de indignidad, del llamado “destino manifiesto” o “predestinación divina”? Cargaron la cabeza del pueblo con peroratas de que Norteamérica estaba predestinada a ponerse a caballero sobre todo el planeta. Profanación sin límite de Dios usarlo serviéndose del demonismo para el vuelo ciego de sus impúdicas ambiciones.
“Sedientos de tierras” -como habrá dicho el presidente Theodore Roosevelt el 1906 a través de su representante en la III Conferencia Internacional Americana, el secretario de Estado Elihu Root, en la cual el gobierno, que había ocupado Cuba tras la explosión del Maine aún bajo la presidencia de Mc Kinley (asesinado en su segundo mandato), le llega la vez de echar los perros a las naciones de América Española: “¡No se tiene otra salida que no sea la intervención!”.
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